La disputa entre Nicolás Maduro, candidato oficialista, y
Henrique Capriles, candidato de la oposición por la presidencia de la República
Bolivariana de Venezuela se pone cada vez más dura pero al mismo tiempo, más
interesante. Entre movimiento de grandes masas, insultos, proselitismo y
propuestas comprometedoras, el pueblo venezolano busca apoyar al abanderado de
sus afectos con el fin de alcanzar el mandato del ejecutivo que, como han
quedado las cosas según las reformas constitucionales, maneja una gran parte
del poder.
Del lado de la izquierda, con su pensamiento populista,
antiyankee y socialista, Nicolás Maduro recurre a diferentes métodos para hacer
que el recuerdo del comandante Hugo Chávez no se desvanezca ya que, más que su endeble conocimiento de estadista, su débil carisma o su poca capacidad de desarrollar políticas
que hagan que el país avance, es el arma más fuerte que tiene, esperando que
aquellos que recibieron subsidios y beneficios que antes no recibían porque la
clase corrupta se los robaba, lo apoyen no solo porque están metidos en un
falso socialismo sino porque esperan que la ideología de un hombre como ellos
persista en el tiempo. Se hace llamar hijo de Chávez, su discípulo, sobretodo
porque contó con el aval del comandante estando en vida. Ese video de Chávez
diciendo, “voten por Maduro” es utilizado en las multitudinarias convocatorias
de campaña, con el fin hacer proselitismo. Dice que el espíritu de Chávez se
apareció en forma de pajarito, en una capilla.
Del lado de la oposición, está el gobernador del estado de
Miranda, Henrique Capriles, quien ha demostrado que también cuenta con una
cantidad de seguidores que, en su gran mayoría son un reflejo del inconformismo
de una parte del pueblo con el proyecto chavista. Lo cual es entendible ya que
el hecho de no estar de acuerdo con un sistema de gobierno no implica que se le
prive de derechos fundamentales y civiles. Hay que ver el ejemplo del consulado
de Venezuela que había en Miami y que fue cerrado desde las pasadas elecciones,
por el miedo y certeza del oficialismo que, siendo emigrantes, la mayoría de
los votos irían para la oposición, y obligandolos a desplazarse grandes distancias para ejercer su derecho. Este aspecto y las verdades a medias de su
contrincante han hecho que Capriles mantenga los seguidores de pasadas
elecciones dándole una posibilidad real de ganar, según lo dice una de seis encuestas
realizadas.
Capriles, al igual que Maduro, proponen aumentar el salario
mínimo entre 35 y 40%, teniendo un tinte populista y proselitista, típico de
campañas electorales de país suramericano. La gran diferencia es que Capriles
basa el aumento en que los fondos saldrían de $7.000 millones de dólares de petróleo
regalados a países, no sé si aliados o lambones, con el objetivo de tener miembros del club que le soben chaqueta, y
de $15.000 millones de dólares que se pierden en una corrupción disfrazada de
subsidios y dádivas. Con esa cantidad, es muy posible que ese aumento sea
factible. Ahora bien, ¿de dónde sacaría el presupuesto Maduro si no es con
actitudes de económica desactualizadas que lo único que haría sería empeorar la
inflación (una de las más altas del mundo) y devaluando más el pobre bolivitar?
Hace dos meses, antes de la muerte de Chávez, escribí que
Maduro, ante unas eventuales elecciones, ganaría en cualquiera de los
escenarios. Sin embargo, tras demostrar no solo falta de liderazgo sino una
habilidad para inventar ridiculeces, la cosa ha cambiado, al punto que varios
chavistas no le regalarán el voto a Capriles, pero tampoco votarán por Maduro
pues no cumple con las expectativas y eso es lo que puede hacer la diferencia,
a favor del candidato opositor. La otra diferencia se puede dar cuando pierda
Maduro según los votos, pero el SAI (Sistema de Autenticación Integrado) que
los registra, tengan una modificación por obra y gracia del espíritu de Chávez
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