jueves, 23 de septiembre de 2010

La Jaula del Mono


Murió Victor Julio Suarez. ¿Y ese quien es? El Mono Jojoy. Ah, ese. Ese que les hablaba con tono altanero a los secuestrados por el hecho de encontrarse al otro lado de la jaula, el lado de afuera. El que le decía a los congresistas secuestrados que tenían que esperar, un rato, no se sabía cuanto, pero que tenían que esperar. El que le dijo a Jara, que estaba sentenciado a quedarse ahí hasta que a ellos les diera la gana mientras esgrimía su dedo acusador en la cara de la víctima. El que decía que durante el gobierno de Uribe no habría intercambio humanitario. El que mediante una interprete (muy fluida, de hecho) le explicó a los americanos secuestrados que ellos eran prisioneros de guerra por haber violado la soberanía al viajar en un avión por aires colombianos.

El gatillo de la metralleta. El responsable de muchas de las acciones violentas de las Farc, de las tomas a pueblos, destrucción de estaciones de Policía y oficinas de la Caja Agraria, de secuestros masivos, de la modalidad de pescas milagrosas, de lavar el cerebro de los miembros de esa guerrilla lánguida. El responsable de la indignación de todos los colombianos cuando al lado de su desvalorada sigla de FARC, escribían al lado EP, ejercito del pueblo.
Es un muy digno acierto del gobierno de Presidente Santos. Un premio a la continuidad de la Seguridad Democrática del Ex Presidente Uribe (como se estará frotando las manos), una razón para que muchos compatriotas por fin sepan quién es el Ministro de Defensa, pues sólo había sonado por la idea de criminalizar a los que paguen extorsiones.
Yo, la verdad, hubiera preferido que lo cogieran, lo encarcelaran y lo expusieran ante el público como a Abimael Guzmán, el de Sendero Luminoso en Perú. Para que se sintiera del otro lado de la jaula, para que se humillara tras la neblina de insultos que sus recuerdos le trajeran a la mente. Para que se sintiera la poca cosa que es, y la poca cosa que hizo sentir a aquellos que no lo son pero, impotentes, callaban ante sus epítetos despectivos. Claro que, ahora que lo pienso, mejor así. No sea que la interpretación de la ley dé para que lo dejen libre porque la captura fue en medio de la noche.

viernes, 10 de septiembre de 2010

La Cosa Nostra

Qué cosa la de nosotros de no aprender del error y, por el contrario, seguir cayendo en él. Ha causado indignación en la mayoría del pueblo colombiano la designación de Andrés Felipe Arias, Uribito, ex ministro de agricultura del gobierno anterior, como Embajador de Colombia en Italia. No sólo por los antecedentes personales del político con los problemas de la hacienda de Carimagua y sus problemas de tierra para el cultivo de palma de cera, ni por el resonado caso del A.I.S. (agro ingreso seguro), sino por los antecedentes que tiene el cargo de embajador u otros de título diplomático.
Lo que más indigna a la opinión pública es que vengamos de relevar al Embajador, Sabas Pretelt de la Vega, quien se encuentra inmerso en un manto de duda con respecto a su credibilidad, tras las declaraciones en su contra en el caso de la Yidispolítica, con otro personaje, el mencionado Uribito, quien dentro de unos pocos meses tendrá que responder por otro juicio, esta vez por A.I.S. Vergogna (vergüenza en italiano). ¿Con qué ojos verán los del cuerpo diplomático italiano esta reiterada asignación de individuos que tienen procesos judiciales pendientes en nuestro país y que en el reporte de entradas y salidas de aquel país europeo se apunte como observación: "sale, pero quién sabe si vuelva"? 
Jorge Noguera, fue cónsul en Milán, después del escándalo en que se vio inmerso el DAS por presunta infiltración de paramilitares, y le tocó renunciar para venir a dar la cara en un juicio más de nuestro sistema jurídico.
Aunque no es secreto que algunas instituciones de la alta política italiana han sido manchadas por las manos sucias de la mafia, esto no implica que tengamos que mandar a gente de determinada calaña a que nos represente en tan digno país, o es que nos estamos tapando con la misma cobija, por eso de dilatar, digo yo.
Colombia está llena de gente brillante, con todos los méritos necesarios para cumplir a cabalidad con los requerimientos de las órdenes diplomáticas. Entonces ¿por qué nos da la cosa nostra por asignar a personas que, por requerimientos de la fiscalía, sirven más acá que allá? Lo más sano sería que Uribito no aceptara el nombramiento, pero es que lo más sano hubiera sido que no hubiera entregado las tierras de los campesinos a los poderosos para no manchar su imagen. Primer cheque que firma el presidente Santos con tinte político.

viernes, 3 de septiembre de 2010

El correcto proceder judicial

La ola de violencia en la ciudades colombianas ha puesto sobre la mesa el tema de la reforma a la justicia. Quieren redireccionar la seguridad democrática pasando del monte para tratar de regular los infortunios de la urbe, olvidando que las redes delincuenciales se aprovechan de la complicidad de las familias, las escaleras y los callejones de barrios y comunas, y la lucha por un poder ápodo, para realizar sus fechorías.
El problema es que prosperan las raíces de dichos males. La falta de justicia social, de educación, de oportunidades de trabajo. Es como querer apagar el fuego con fuego, así sea de un .38 largo. Cuando se intenta solucionar un problema de este calibre, hay que ir al origen, no a la consecuencia. Por un lado tenemos la impunidad, que cubre a la mayoría de los delitos en Colombia, siendo lo peor el hecho de querer solucionarla aumentando las penas e intentando asustar a los delincuentes, sabiendo que es la misma impunidad y la falta de resultados efectivos la que hace que no se tema al castigo, pues no es probable que se capture al autor del delito. De nada nos sirve que las penas suban diez o veinte años cuando el porcentaje de capturados siga siendo tan bajo.
Por otro lado está el aumento en el número de casos en que los delincuentes, o mejor, los sindicados, son liberados por un juez o absueltos por un fiscal debido al incorrecto procedimiento al momento de la captura. Dos caras de una misma moneda; impunidad y capturas improcedentes. Y lo peor es que la sociedad salta indignada al ver como el señalado por la crítica pública queda libre al ser asesorado y hacer valer sus derechos.  Puede ser desconocimiento procedimental o el mismísimo abuso de autoridad.
No justifico los crímenes, pero es que este abuso del que hablamos también es un crimen y así como la mayoría de los miembros de la fuerza pública obran según las reglas, no ha de faltar el que algún día y por alguna razón, entre a su casa sin motivo aparente ni orden judicial y lo implique en un crimen del cual usted no tiene ni idea. ¿Qué hará entonces? Solicitar que el procedimiento se declare ilegal y salir libre.
¿Como podemos pedir que se haga justicia si no estamos siguiendo las reglas de juego, nosotros, lo de este lado, los que hacemos las cosas bien, los que aportamos para mejorar la sociedad, y nos rebajamos al nivel de los otros diciendo que las circunstancias permitían esconder un as bajo la manga? Más que reforma a la justicia, es necesario enfatizar en mejorar el procedimiento, no sea que nos demos cuenta demasiado tarde, que el vaso se está regando por el fondo.