viernes, 25 de marzo de 2011

Cuando se van los grandes

En una sola semana nos abandonaron dos grandes personalidades, una internacional y otra nacional. Primero fue Elizabeth Taylor, un nombre del tamaño del letrero de Hollywood, el cual seguramente veía con frecuencia. La mujer de los ojos violeta, la diva, una de las más bellas de toda la historia (sin riesgo a que suene a cliché), la que se casó varias veces y hasta repitió con el amor de su vida Richard Burton, la primera en cobrar un millón de dolares por una película que no la convencía, pero terminó siendo una de las que más reconocimiento le dio, Cleopatra. Después de tres Óscares, fundaciones contra el Sida y millones de seguidores, se nos fue Liz Taylor. Si los arreboles de este viernes se tiñen de lila en vez de rosado, vuélvanse poetas y piensen que es Liz mirando desde arriba.
Luego, coincidencialmente el día del locutor, como una ironía de la vida, falleció dona Gloria Valencia de Castaño, una dama a carta cabal, una pionera de la televisión, con ideas que nadie había tenido antes, quien no en vano se ganó el apelativo de la primera dama de la televisión. A pesar de no recibir la aprobación en un primer intento por parte de las empresas de televisión de los proyectos distintos y pioneros de creación suya y de su marido, la persistencia hizo de ella un ejemplo a seguir. "La paciencia es una muestra de amor" decía algún día en una entrevista. Pues entonces no sé si ella es solo amor por su paciencia o solo paciencia por su amor.
q.e.p.d. Liz Taylor, q.e.p.d. Gloria Valencia de Castaño.

Nippon y Nule

Después de ver todo lo ocurrido en Japón, me pregunto que hubiera pasado si una catástrofe natural y ahora bioquímica de tal proporción nos hubiera golpeado si ningún aviso y con la mínima prevención. Los japoneses reconstruyeron una carretera de varias millas en seis días, mientras que acá Sammy e Ivancito con las ratas desmemoriadas de los Nule no has sido capaces de terminar las trascendentes obras en varias de las vías de neurálgicas de Bogotá.
La recuperación del país del sol naciente está estimada en $250.000 millones de dolares; lo interesante es que los tiene, puede que no en rama, pero con las garantías que pueden presentar ante entidades financieras internacionales, teniendo empresa automotriz y tecnológica como aval, conseguiría el crédito que necesite; además la reconstrucción se haría en un tiempo record, inversamente proporcional a lo que pasa en un país de bonachones e indiferentes como lo somos los colombianos. Todos, me imagino, escucharon la historia del japonés que, después de llegar a Colombia, montado en un taxi por la 26, pregunta: ¿Ustedes tambien, Tsunami?, y el taxita dice: no, Sammy. Tengo toda la certeza que en Japón el menor riesgo que se corre cuando se planea la reconstrucción es encontrarse con contratistas que compran aviones en Miami, mientras dejan empleados sin sueldo argumentando que no hay fondos (Dic. 2009), ni dirán que la corrupción es inherente al ser humano (Feb. 2011). Seguro no habrá ese tipo de contratistas, pero en caso de que los Nule decidieran participar en la licitación, lo que menos les atemoriza a ellos es otro Tsunami ya que, ante un naufragio, las ratas flotan.