Había una
vez un ventrílocuo llamado Alvarito que tenía un show en un casino llamado
el Casino Colombia. Cuando llegó fue recibido con bombos y platillos, y con un
pueblo de pie que lo aplaudía porque hace rato pedía su presencia tras una mala
función de un payasito llamado Patrañita quien, después de trabajar como delfín
en el acuario de la ciudad, consiguió espacio en el show del casino, gracias a
su promesa de encontrar la Paz y la tranquilidad de los espectadores.
Infortunadamente, los de la empresa de logística FARC, hicieron todo más
difícil para que su show saliera bien. Acomodaron la mesa, pero el día de la
inauguración no fue el otro payasito, Tirofijín, y dejó la silla vacía y a
Patrañita cogiéndose la cabeza y sin saber qué hacer.
Fue por esto y porque el grupo de logística FARC mostraban una
cara mientras dañaban los camerinos, que la gente pidió un nuevo show para
distraerse de tanta peculiaridad que hay en este país. Por tal razón,
el ventrílocuo Alvarito llegó triunfante y dominando el lugar sin hacer
nada aún más que lo que decían sus carteles publicitarios creando expectativa:
acabar o cambiar el grupo de logística por otro que sirva para organizar, para
desplazar, para imponer, paramilitar; prometía un acto de magia llamado meritocrácia,
y que el show no solo lo vería nacionales sino que habrían extranjeros que
decidirían invertir en cambiar la tramoya, los palcos, el camerino, eso sí,
siempre quedándose con lo mejor; y que todo se manejaría con rectitud y
ejemplo.
Al principio fue todo un éxito. Por un lado porque le planteó una
guerra al grupo de logística, del cual la gente estaba mamada, y eso gustó.
También porque su libreto era de pueblo, coloquial, ya que en sus días que no
tenía presentación, se sentaba en las tiendas cercanas al casino, sobre un
bulto de papas, preguntaba cómo iba la cosa y, en frente de todos, regañaba a
quien tocara, y eso también gustó. Hubo quien iba al casino, veía el show y
cuando salía, decía, ahhh!! esto sí es un artista, ojalá en otros casinos se
presentaran shows tan buenos, regando la voz y haciendo que más gente viniera a
verlo, aumentando la entrada de los vendedores ambulantes de la puerta y de las
crispetas y tintos y ponchos y sombreros en la tienda de souveniers dentro del
casino. Así pasó un tiempo en el cual el dominio de la gente del ventrílocuo
Alvarito era tanto, que la gente no solo iba más de una vez al mismo show, sino
que repetían sus chistes y sus frases célebres, recordándole al mundo que a él
le gusta trabajar, trabajar y trabajar.
Sin embargo, el contrato de Alvarito estaba por terminar y, como
política del casino, no se renovaban contratos, por muy bueno que fuera el
show. Pero esto no fue inconveniente para que él hablara con la junta directiva
del Casino Colombia para hacer que esa regla obsoleta y hasta desusada por los
casinos vecinos, fuera modificada, no por lo conveniente que pudiera ser, sino
porque si el público quería que él se quedara, que más que darle lo que solicitado.
Tras varias reuniones y negociaciones, respaldadas en notarias, se llegó al
cambio y eso también gustó, y mucho.
La
segunda temporada de Alvarito, a pesar de las expectativas no fue igual. Él,
atado a compromisos con varios de la junta directiva que le ayudaron a cambiar
la regla, no cambió mucho el libreto que, después de tanto tiempo con la misma
función, dejó de gustar. Además, decidió darles unos palcos a sus hijos y a
unos riquillos de la costa. Por eso, hubo gente influyente y de la prensa que
dejaron de ir, pues ya nos les causaba gracia los chistes repetidos del famoso
ventrílocuo, desmejorando las ventas y
llegando al punto que los guardas de seguridad, queriendo mantener su trabajo y
con el objetivos de que los números de taquilla fueran positivos, se inventaron
unos falsos positivos para satisfacer las necesidades de taquilla de Alvarito.
Con tal de averiguar libretos y chistes de otros artistas, se chuzaron sus
sistemas de audio y hasta la misma junta directiva fue víctima de un tinto
microfoneado. Cuando sus miembros supieron de todo su actuar, se negaron
(bueno, una parte) a crear un contrato para una nueva temporada.
-¿Qué
hacer, por dios? Se preguntaba Alvarito mientras veía que El Tiempo (su aliado
durante las dos temporadas) se acababa. Decidió utilizar uno de sus muñecos, el
que más se parecía a un humano, con nariz redonda y ojeras, llamado JuanMAN
como si fuera quien manejara ahora el show y, contando con que los asistentes
que sí querían verlo por más tiempo, le patrocinarían un robot que sería
forrado con el pellejo de JuanMAN, y que lo manejaría desde uno de los palcos,
con todos los controles y micrófonos a disposición, para ponerlo a hacer y
decir todo lo que le saliera de su mente y de sus tres huevitos.
JuanMAN
era uno de los personajes favoritos de Alvarito, tanto que en el libreto era
amiguitos. Por eso, cuando, a la salida de uno de los últimos show, Alvarito
repartió volantes para promocionar su idea, todos decían felices que era la
manera de continuar con el show, sobre todo para que la logística no la
volviera a tomar el grupo anterior.
Así fue como Alvarito consiguió la plata para mandar a traer el robot que iría dentro del cuerpo de JuanMAN y poderlo manejar a distancia. Cuando llegó venía empacado, lleno de espuma, hecho en Colombia pero ensamblado en Estados Unidos. Alvarito feliz, lo abrió en una sola vuelta y lo forró con el cuerpo de su muñeco de defensa. A pesar de los consejos de sus amigos, no leyó las instrucciones porque él decía saber mucho de esos aparatos.
Los
primeros shows fueron un éxito. La audiencia era casi la misma que había ido
varias veces a ver el show anterior. Pero con el tiempo, el espectáculo fue
cambiando lentamente. La gente esperaba escuchar esos chistes que se escuchan en
la tienda, pero no, eran más chiste de salón, de coctel, de hacienda, de los
que se escuchan en la sala de eventos Anapoima. Había cambio de repertorio en
plena presentación. JuanMAN, que pasó de ser un muñeco a ser el ventrílocuo,
creó unos personajes como Varguitas, JuanCami o AnVivi, que era de madera y con
un ojito de vidrio, y hasta el Mico Mandante, su nuevo mejor amiguito (muñeco
desterrado por Alvarito porque, según él, les compraba gaseosa y papitas a los
de logística, y cuando el artista los buscaba para pelear, el mico, primo
lejano de Kinny, los escondía, dejando a Alvarito hablando solo y diciendo...
me saca la piedra). Esto no podía ser. ¿Cómo JuanMAN le iba a hacer eso a
Alvarito si esos personajes eran de los primeros que se habían empezado a ir de
su show cuando estaba en la segunda temporada? Como loco, Alvarito fue a su
casa y, recordando lo que le habían dicho, empezó a leer el manual de instrucciones para ver cuál podía ser la razón
del defecto.
‘Desleal
cuando escucha aplausos por más de tres meses´-. Noooo!!! gritaba Alvarito,
volando de la rabia y buscando el teléfono de la empresa para hacer el reclamo,
pero eso fue peor. La empresa, que tenía un pésimo servicio al cliente, decidió
ignorar sus llamadas con una tara “no voy a pelear con Alvarito”, que repetía 3
veces cuando llamaba. No conforme con esto, decidió empezar a escribir a través
de twitter o para que le respondieran por su muñeco defectuoso o para que su
público que él había empollado como si fueran tres huevitos, no asistiera a sus
presentaciones.
Cuando
Alvarito se dio cuenta que JuanMAN estaba tras bastidores haciendo
negociaciones con el grupo de logística para que volvieran a ser parte del staff
del casino y para que otros volvieran a sus negocios ambulantes, pegó el grito
en el cielo y se empecinó a hacer todo lo que fuera necesario con tal de
desactivar las pilas que tenía el que él consideraba un robot defectuoso, pero
que desde hace un tiempo no podía dominar en lo más mínimo. Desde su palco se
levantaba y gritaba, ese no es el libreto, pa eso no fue que lo compré, muñeco
defectuoso, pero JuanMAN se hacía el loco. El payaso Patrañita, colado y de
metido en el tema, también gritaba diciendo que no tenía por qué estar hablando
con el grupo de logística. JuanMAN le decía que él no tenía por qué hablar, que
él hasta les dio oficina cuando era el del show principal.
Dependiendo
de cómo le vaya a JuanMAN con sus conversaciones tras bastidores, puede que
logre, no solo una segunda temporada en el casino, sino que le pueden dar un
premio de por vida de maquillaje Nobel, para que disimule las ojeras.
Por el
lado de Alvarito, la cosa sigue empeorando. La presión se la regula a punto de
valeriana y no hace sino viajar por todo el país diciendo que el show del
casino Colombia perdió el rumbo, se salió del libreto. Por ahora lo han visto
en varios centros comerciales, sobretodo uno llamado centro democrático donde
piensa conseguir otro muñeco, esta vez de madera para que sí haga lo que él le
pida y diga lo que él quiere que diga o, por qué no, convence a los de la junta
directiva para que lo dejen estar una tercera temporada, así toque cambiar los
estatutos del casino, una vez más.
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