La política en Colombia es
dinámica. Siempre lo ha sido, al igual que hipócrita y acomodada. Nunca faltó
el político que cambió sus ideales y los de aquellos que le dieron su voto, por
otros mejores aunque traicione a los segundos, solo importando los beneficios y
la burocracia que los pueden beneficiar, sobre todo con el fenómeno que ha
pasado últimamente donde aparecen partidos políticos distintos en cada campaña
y donde uno ve incoherencia entre quienes los integran. Puros partidos
transformers los que tenemos en Colombia.
Se hacen, se deshacen. Pero lo
que está pasando ahora si es la tapa. Una cosa es que los políticos se cambian a
su mejor beneficio, y otra cosa es que dentro de los mismos partidos haya tanta
fragmentación y, para colmo, todos a la vez.
El partido de la U, creación
oportunista de hace ocho años, que buscaba la reelección del entonces mandamás,
Uribe Velez, ha sido la amante del presidente de ese momento y del actual pues
aunque lo llevó a la presidencia, todos estarán de acuerdo conmigo que pudo más
el guiño de Uribe que la fuerza política del partido de los colores rastafari.
El partido liberal, tradicional y
hasta cierto tiempo muy ganador, corre con la suerte o la desgracia de tener
dos ex presidentes inteligentes y hábiles pero de pensamiento político muy
distinto como lo es Gaviria y Samper (cómo serán de diferentes que a uno se le
voló un capo, y al otro lo puso otro capo). Aparte cuentan con un director que
admite no leer todo lo que debe y que tiene mucha diferencia con German Vargas
Lleras, otrora miembro del partido, pero que ahora no solo hizo su rancho
aparte sino que es el mayor escudero de campaña del gobierno Santos, al punto
que puede ser el próximo Vice.
Hablando de Cambio Radical, las
diferencias se dan en este caso por cuestiones de malos manejos o malas
amistades. Muchos de ellos son muy buenos, pero hay otros muy corruptos que
enlutan la imagen que se ha venido forjando desde su creación.
El Polo, la oposición natural, la
izquierda, se ve afectado por los antecedentes al momento de conseguir los
cargos por los cuales luchan en campañas. “Los del Polo son buenos candidatos
pero malos gobernantes” como me dijo alguien, y qué mejores ejemplos que los de
Sammy Moreno o lo que estaba haciendo Petro que, no ganando con el Polo sino
con Progresistas, sí tiene ese origen y se ha ganado la enemistad de sus
directivos, o sino que lo diga doña Clara Lopez, candidata por ese partido.
Los verdes. Nadie sabe quiénes
son, a que juegan, que proponen. De los originales de la campaña pasada queda
Peñalosa quien, buscando ser alcalde nuevamente se pega hasta de una primaria,
al punto que buscó a Uribe en la campaña anterior para que le sostuviera el
altoparlante, literalmente y en sentido figurado. La pelea es con John Sudarsky
y Camilo Romero, pero ellos mismos saben que no cuentan con reconocimiento
suficiente para dar la pelea en unas elecciones presidenciales, y menos donde
hay un candidato presidente, por muy bueno o malo que haya sido.
Pero no crean que se me había
olvidado el Partido más Partido de todos. El recién desempacadito Centro
Democrático o Uribismo Purasangre. Al no poder Uribe presentarse nuevamente
para manejar el gobierno, sumado a lo que él considera una traición de Santos
en referencia a la continuidad de su política, y la aún considerable
popularidad con la que cuenta, creó un partido político con el fin de buscar
presidencia, senado y cámara. En los dos últimos no hay problema ya que la
lista es cerrada y él la encabeza. Lo que demostró las fracciones del partido
fue el proceso de la elección para la campaña presidencial. Hubo convención
interna donde, al parecer, podía votar el que llegara en crocs y poncho
terciado. Pachito, gran perdedor, no solo ahí sino casi siempre, fue el que
primero, a punta de berrinche, hiciera notar las irregularidades de la elección
de Oscar Iván Zuluaga. Tarde o temprano todo se paga y esta vez a Uribe le tocó
pagar temprano, pues su candidato no levanta, no convence. Al punto que ya
están mirando como otra alternativa a la candidata del Partido Conservador.
Y es que no podía faltar el
Partido Conservador, faltaba más. Uno de los tradicionales de Colombia,
promotor de animadversiones cuando solo eran dos las opciones políticas del
país, que había desaparecido desde hace 12 años pues no ganaban nada llamativo
y solo se destacaban en algunas ocasiones por comentarios excrementales, volvió
a meterse en la pelea cuando vieron que la Unidad Nacional del presidente lo
que hacía era repartir la mermelada de una manera no tan conveniente para
ellos. Por tal motivo y haciendo consulta interna sin mucho de donde escoger,
le dieron el visto bueno a Martha Lucía Ramirez, una mujer muy capaz, pero bastante
mal rodeada. No fue sino que se fuera ella para su casa contenta y dichosa,
para que el sector contrario dentro del mismo partido decidiera ponerle un palo
en la rueda, sobretodo porque aducían que ellos sí eran de la Unidad Nacional.
La división interna de los
partidos políticos demuestra la falta de coherencia de muchos de sus
integrantes pues se ha creado una figura política nueva en esta política
dinámica existente en Colombia. La oposición interna de los partidos. Ya lo
decía alguien: “yo soy un hombre de principios, pero si no te gustan, tengo
otros”